SAN MARTÍN A 238 AÑOS DE SU NACIMIENTO
Imaginémonos una mañana tórrida. Febrero
25, 1778. Yapeyú, un pueblo perdido todavía en lo que todavía en la Misiones
Guaraníes, en donde estaban los jesuitas, en un caserío a la vera del Río
Uruguay, en la actual provincia de Corrientes. Imaginemos esa torridez, los
insectos, la humedad pegajosa y ahí una mujer gallega nacida en Paredes de
Navas, Orense, Gregoria Matorras del Ser, esposa del Teniente de Gobernador Don
Juan de San Martín y Gómez…. Una mujer gallega pariendo su quinto hijo: un
varón. El cuarto varón y el último, el benjamín, José.
[Aclaro que me guío por la historia oficial y no por las
versiones posteriores que llevan agua para ciertos molinos de modas
ideológicas].
Pariendo un varón de destino grande para la
luz americana que lo vio nacer. Un varón que todavía niño va a tierra de sus
mayores en 1784 cuando su familia vuelve al terruño natal. Un varón criollo que
será enviado a la Escuela Militar para seguir la tradición de la época –rojo
vs. negro- y para seguir la tradición de su padre. Un varón que tendrá, en el
mundo convulsionado por la invasión expansión napoleónica, que pelear para las
tropas leales en la Batalla de Bailén en plena torridez jaenesa. Batalla que
duraría tres días del 18 al 22 de julio de 1808 en el julio andaluz de 40
grados, en la que los jaenenses dejaron vacía la ciudad. Batalla en la que
finalmente el ejército napoleónico salió derrotado con una capitulación sota
manga.
Un varón criollo que sufrirá, como muchos
sufrieron después, el desprecio de servir a la tierra de sus mayores, pero ser
ciudadano de segunda. Mucho menos tal vez que de segunda.
Un varón que leerá seguro primero
privadamente y luego lo discutirá en círculos cerrados todas esas ideas de
libertad, igualdad, fraternidad.
Un varón criollo en España que sentirá las
resonancias del levantamiento de Buenos Aires.
Un varón criollo que el 6 de septiembre de
1811 renunciaría a la carrera militar y solicitaría un pasaporte para viajar a
Londres. Allí llegó con una carta de recomendación para Lord Macduff. Vivió en
el Park Road nro. 23 de Westminster. Y se encontró con otros hispanoamericanos
como Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Tomás Guido, Andrés Bello.
Ese varón que algunos dirán que a partir de
ahí formará parte de una liga masónica.
Ese varón que vendrá a ofrecer sus servicios de hombre de
armas a los que aquí, en este rincón del mundo, habían tenido la osadía de
levantarse tempranamente contra el Imperio en donde no se ponía el sol…
Venir acá ya hombre maduro, espacialmente
para esos tiempos en que no se conocían las adolescencias prolongadas. Venir
acá a los treinta y cuatro años y enamorarse de una chica de quince. Enamorarse
con mal de amores, a pesar del casamiento consumado en noviembre de 1812 con
María de los Remedios de Escalada.
Venir acá y armar de esos desaliñados, de
esos corajudos desorganizados un regimiento primero y un ejército después.
Pelear en San Lorenzo también un febrero, el 3 de 1813.
La primera acción armada con su recién creado Regimiento de Granaderos a caballo
y con una estrategia semejante a la de Bailén. Cerca de trescientos realistas
desembarcaron a orillas del Paraná, casi frente al convento y se encontraron
con lo imprevisto, esas dos alas de granaderos en una encerrona. Perder un
hombre, al Sargento post mortem Juan Bautista Cabral. Y vencer!
Encontrarse con Belgrano casi un año más tarde el 17 de
enero del 14 en la Posta de Yatasto en donde le delegaría el mando del Ejército
del Norte.
Irse a Mendoza como Gobernador de la Intendencia de Cuyo
para empezar a desarrollar sus preparativos para la campaña al Perú.
Intimar a Buenos
Aires para que se definiera de de una vez. ¿Se imaginan sufrir a los burócratas
cuando se está ante tal empresa? Necesitaba la independencia total de las
Provincias Unidas del Río de la Plata.
Cruzar los Andes.
Catre de campaña |
Perder en Cancha Rayada y en el amor.
Asma. Terror. La soledad.
Chacabuco...
Y Maipú.
Y después el Norte.
Desembarcar en el Callao y los peruanos
queriéndolo hacer rey.
Y Bolívar que baja con la inconfesable
ambición de querer ser él algún día rey. Y el encuentro de Guayaquil y ese
varón tal vez harto del asma, de los dolores de estómago, del mal de amor, de
los burócratas, de los megalómanos, decide retirarse de todos los honores y
dejarle ese ejército victorioso.
Ese ejército y la insolencia de Lavalle que
supo torear la soberbia del libertador
venezolano con la valentía que lo caracterizó en todo momento, menos cuando,
enceguecido, ordenó la muerte de Manuel Dorrego…
Ese Capitán Juan Galo de Lavalle, granadero de veinte
años que, cuando Bolívar levanta su copa y con su vanidad habitual dice: “No tardará mucho el día en que pasearé el
pabellón triunfante de Colombia, hasta en las márgenes del Plata. ¡Brindo por
la independencia de América!”, le responde: “La Argentina se halla independiente y libre de toda dominación
española, y lo ha estado desde el día en que declaró su emancipación, el 25 de
mayo de 1810, hacen ya 11 años. En todas las tentativas para reconquistar su
colonia del Plata, los realistas han sido derrotados. Nuestro Himno consagra
sus triunfos.”
Ese Lavalle que levanta la copa y dice: “Brindo por la independencia de América!”.
Y es ahí que Bolívar le pregunta de dónde es. Juan Galo de Lavalle le responde:
“Tengo el honor de ser de Buenos Aires!”
El caraqueño lo chucea: “¡Lo supe por los
aires altaneros…! “A mí nadie me
responde así, estoy acostumbrado a fusilar insubordinados hasta generales!
“Esos generales
no tendrían una espada como la que empuño yo…” contestó Lavalle. Y alguien, Olazábal, tal vez, se lo
llevó…
Volviendo a San Martín, que había renunciado ante la
Asamblea a su condición de Protector del Perú y se había embarcado hacia Chile
y se había establecido en Mendoza en enero de 1823. Le pidió autorización al
gobierno de Martín Rodríguez para volver porque su esposa estaba muribunda y
Rivadavia, el Ministro de Gobierno, se lo niega con el argumento de que no
sería seguro para él. Pero igualmente viene y Remedios ya había muerto el 3 de
agosto. En su lápida en la Recoleta dice: «Aquí yace Remedios de Escalada,
esposa y amiga del general San Martín».
Un varón que no quiso derramar
sangre entre hermanos en la guerra entre unitarios y federales. Y finalmente
decidió irse con su hija Merceditas. El Generalísimo del Perú, Capitán General
de Chile y General de las Provincias Unidas del Río de la Plata se embarcó 10
de febrero de 1824 hacia Le Havre. Pasa un tiempo en Escocia, después se
instala en Bruselas, en París en donde su obsesión era la educación
de su hija... para terminar Boulogne sur Mer...
Ese varón que se queda mirando la niebla del norte y un
día dejará su sable de Libertador al Restaurador, Don Juan Manuel de Rosas, por
su tesón ante el bloqueo anglo francés. Tesón que en realidad fue del General
Mansilla.
Ese varón que nació un tórrido verano y que hablaba con
acento español, pero que ponía lo que hay que poner con la firmeza de los
momentos críticos. No con declamaciones de divas. Ese varón con v corta, no con
b larga de noble, ese varón plebeyo que no hizo
-sin honores- más que cumplir con
lo que él creía su deber, darnos la base de la patria que tenemos, que todavía
soñamos.
Ese varón que
hoy homenajeamos en el 238 aniversario de su nacimiento: Don José de San Martín
que fue lo que debió ser.
®© Ana Sebastián, 21 febr. 1998. Original: 220 años después