La
contrapartida del desarraigo es el hecho de cómo Buenos Aires, contrariamente a
lo que sucede en otras ciudades, origina el sentimiento de arraigo y, ya que la
elección de la ciudad natal no es posible, la elección de la ciudad adonde uno
desea morir sí es factible:
Moriré
en Buenos Aires, será de madrugada,
guardaré
mansamente las cosas de vivir
mi
pequeña poesía de adioses y de balas,
mi
tabaco, mi tango, mi puñado de esplín.
mi
penúltimo whisky quedará sin beber,
llegará
tangamente mi muerte enamorada,
yo
estaré muerto en punto cuando sean las seis.
Horacio Ferrer ensimismado recitando |
Cuando
es escenario es Buenos Aires, hasta la "muerte" es enamorada:
Mario Jorge de Lellis |
Buenos
Aires, sé tuya, Buenos Aires, sé bueno.
..............................................
Yo
que nací por marzo en un barrio tuyo,
te
miro como a alguien que me habrá comprendido
Mario Jorge De Lellis
Alejandrina Devescovi nos resume la relación contemporánea con la ciudad:
Alejandrina Devescovi |
Todo
pertenece
al
tiempo de la reconstrucción
sobre
el vaho de la obra y el trabajo
un
ángel,
dueño
de la compañía,
acomoda
sus alas y su rostro
para
verla crecer.
De
allí no parte nunca.
Es
el vecino de la gloria y el reparo.
Ciudad...
para todos.
Ciudad
nuestra de cada día.
Y para
Borges, la ciudad es una e inigualable, una ciudad a la que canta desde su Fervor de Buenos Aires y cuya fundación
terminará siendo ya mítica, pero finalmente será eterna:
Y
fue por este río de sueñera y de barro
que
las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían
a los tumbos los barquitos pintados
entre
los camalotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era
azulejo entonces como oriundo del cielo
con
su estrellita roja para marcar el sitio
en
que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo
cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por
un mar que tenía cinco lunas de anchura
y
aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y
de piedras imanes que enloquecen la brújula.
durmieron
extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero
son embelecos fraguados en la Boca.
Fue
una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una
manzana entera pero en mitá del campo
expuesta
a las auroras y lluvias y sudestadas.
La
manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala,
Serrano, Paraguay y Gurruchaga.
brilló
y en la trastienda conversaron un truco;
el
almacén rosado floreció en un compadre,
ya
patrón de la esquina, ya resentido y duro.
El
primer organito salvaba el horizonte
con
su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El
corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN,
algún
piano mandaba tangos de Saborido.
Una
cigarrería sahumó como una rosa
el
desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los
hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo
faltó una cosa: la vereda de enfrente.
La
juzgo tan eterna como el agua y como el aire.
Cuaderno
San Martín, Buenos Aires, 1929.
Volviendo al desarraigo, me pregunto:
¿ese desarraigo, ese sentirse transplantado, esa necesidad de echar raíz, esa
necesidad de arraigo que tuvieron el negro, el gaucho convertido en compadre,
el inmigrante en el patio florido será
-me pregunto-, la misma necesidad del argentino en París de Cadícamo, de
Gardel de vuelta en su tierra natal en la entre guerra europea?
¿Será el mismo sentimiento y la misma
necesidad de los argentinos que abundan en Europa en los 70 que no van
justamente a tirar manteca al techo?
Las diferencias estarían en que el
gaucho, el negro, el gringo, fueron conminados por factores sociales y económicos
del desarrollo histórico a encontrar su lugar en el mundo. Cadícamo, Gardel, en
todo caso, tuvieron la fortuna de un traslado que tuvo que ver con el deslumbre
de la Ciudad Luz y la búsqueda de horizontes personales de la fama.
De los porteños que abundaron en Europa
en los 70, sólo algunos tuvieron que ver con ese deslumbre, con ese libre
albedrío. Unos se fueron por razones políticas, otros simplemente a probar
suerte.
La suerte fue diversa tanto para los
unos como para los otros: venturosa a veces, sórdida, otras. De cualquier modo
hicieron el camino inverso a de nuestros abuelos y se encontraron con que, aún
en los mejores casos, la integración que se supo dar aquí en esta latitud del
planeta que hace que desconozcamos la expresión socio-antropológica tan
corriente en la Europa actual "segunda generación" para identificar a
los hijos de los inmigrantes que, por supuesto, no se integran y forman parte
del ghetto de su comunidad de origen.
Integración que es la piedra fundamental
de nuestra sociedad, la piedra fundamental del arraigo y que no existe de
ninguna manera en la Europa actual. No sabemos si alguna vez existió en la
Europa etnocéntrica que se sigue creyendo pivote del mundo.
Gracias a la falta de memoria europea y
gracias a la ingratitud, dolorosamente el desarraigo convirtió a los argentinos
deambulantes en Europa en Sudacas - acrónimo totalmente despectivo de ‘sudamericano
cagador’ o argentos -como nos llamaban despectivamente los
catalanes- y que ahora algunos piensan
que es recool y se definen así.
Y por suerte sigue existiendo el tango para sobrevivir.
El tango que murió muchas veces pero
que reciclado perdura, revive porque el tambor, el saxo, el piano, el bandoneón
sigue representando la circunstancia existencial de nuestro arraigo.
Juan Carlos Cáceres & A. S. en su casa de Perigny-sur- Yerres - Val du Marne ¿Haciendo Tango Retango? |
¿No es así, Juan Carlos Cáceres?
Ana Sebastián & Luis Labraña - Conferencia.
Publicada en Viva el tango Nº 9,
Buenos Aires, Academia Nacional del Tango, 1997.