Conferencia*
Manuelita Poli |
Dice Daniel D. Vidart:
"En
las letras de tango se esconde un mundo, desechado, casi siempre, y constituye
una clave profunda de su ser y su quehacer en la cultura rioplatense." Yo
diría que son testimonio de la cosmovisión del porteño.
Los temas que se abordan en las letras
hacen que el tango sea –al decir de Osvaldo Rossler- "la circunstancia dramática que atravesamos todos: malevos y no
malevos, rufianes, compadritos, profesores, cajetillas, empleados públicos,
poetas, estafadores, hombres comunes o malandros. Nuestro aire común, nuestro
clima espiritual…"
El
tango es también nuestra circunstancia existencial.
Dentro
de lo existencial está el arraigo.
Para
los griegos de la polis, el destierro
significa el desarraigo, el perder la raíz y el ateniense prefiere la cicuta
antes de salir al mundo fuera de la polis, Si esta mentalidad hubiera
persistido por los siglos, Buenos Aires no hubiera existido.
La
palabra arraigo aparece en el
castellano tardíamente, en 1737, pero desarraigo,
aunque parezca mentira, es anterior, del siglo XV. Sin embargo, en la atmósfera
tanguera aparecen ambas, no como palabras, sino como sentimiento, en forma
temprana y casi simultánea.
El
arraigo y el desarraigo tienen que ver con raíz. La raíz va a ser lo que se
pierde, lo que se busca cuando el tango encuentra su dimensión espacial y
temporal. Es decir, cuando encuentra su lugar en el mundo, bajo esta latitud de
la cruz del sur, a fines del siglo anterior.
Esa
Buenos Aires de los años 80 acoge, arraiga a los desarraigados de diversos
lugares físicos y sociales: el gaucho trata de mitigar su nostalgia de otros
días de soledad pampeana, días sin alambres en ese lugar tan sin dimensiones,
tan circunscripto: la pieza del conventillo de arrabal, el negro, a su vez,
ancla su nostalgia de otras épocas más favorecedoras, retumbe de tambores
lejanos, también en la pieza del conventillo y el recién llegado inmigrante
ejerce, por su parte, una nostalgia metódica, multilingüe, a veces llorona, a
veces ridícula, a veces caricaturesca.
En
ese patio de conventillo en el que se desgranan y desangran todas sus ambiciones
y todas sus esperanzas. Todas las pujas por salir adelante, todos los
esfuerzos, todas las desilusiones.
Todos juntos sin importar el origen |
Inmigrantes en el conventillo |
"Vinieron de Italia, tenían quince años,
con un
bagayito por toda fortuna
y, sin
aliviadas, entre desengaños,
llegaron
a viejos sin ventaja alguna.
[...]Vinieron los hijos. ¡Todos malandrinos!
Vinieron las hijas. ¡Todas engrupidas!
Y los
pobres viejos, siempre trabajando,
nunca para el yugo se encontraron flojos.
Pero a veces, sola, cuando está lavando,
a la vieja el llanto le quema los ojos…"
nunca para el yugo se encontraron flojos.
Pero a veces, sola, cuando está lavando,
a la vieja el llanto le quema los ojos…"
Los bueyes, Carlos de la Púa.
La necesidad de echar raíces, de
arraigarse, presiona a estos porteños de nacimiento o por adopción. No sólo los
presiona. Los va determinando.
La
geografía, el paisaje, el escenario esencial de la porteñidad está en Buenos
Aires y la porteñidad no cae en el nacimiento, sino en la pertenencia.
No
importa dónde fue expedida la partida de nacimiento de un porteño, puede ser en
Milán o en Orense, en Siria o en Split, en Santiago del Estero o en Benito
Juárez.
Esa
partida en todo caso sólo señalará una procedencia que no considera implícita a
su esencia. Su partida o su carta de ciudadanía como porteño se la dará la
vida. Ese será la ocasión del arraigo.
La
experiencia y su relación conflictiva y amorosa con su ciudad natal o la que lo
acogió son los únicos resortes que le permitirán asumirse y ser asumido como porteño.
¿No
son acaso porteños Gardel, nacido en Toulosse, Homero Manzi, nacido en Añatuya,
Santiago del Estero o Julián Centeya, originario de Borgotaro, Parma, Italia,
Horacio Ferrer, nacidos en Montevideo, o César Tiempo, Israel Zeitlin, oriundo de Katerinoslav
o Dnieperpetrovsk, en todo caso Ucrania que parafrasea la Trova de Carlos Guido y Spano?
¡Yo
nací en Dnieperpetrovsk!
¡¿Qué
me importan los desaires
con
que me trata la suerte?!
¡Argentino
hasta la muerte!
César Tiempo |
Dnieperpetrovsk |
El
porteño es esa ciudad por la que se
desplaza y por la que sufre, esa ciudad que alaba y putea. Esa ciudad que odia
y extraña.
Esa ciudad cuya prematuridad Manzi canta así:
Esa ciudad cuya prematuridad Manzi canta así:
"Sobre
una colina chata
Solís trazó cuatro vientos,
por un costado la pampa
al otro lado el riachuelo
y el río contra la espalda
y contra el pecho el desierto
con su horizonte de paja
y su techumbre de cielo."
Solís trazó cuatro vientos,
por un costado la pampa
al otro lado el riachuelo
y el río contra la espalda
y contra el pecho el desierto
con su horizonte de paja
y su techumbre de cielo."
Roberto Arlt |
La
primera:
"Anduvo por las solitarias
ochavas de las calles Arenales y Talcahuano, por las esquinas de Charcas y
Rodríguez Peña, en los cruces de Montevideo y Avenida Quintana, apeteciendo el
espectáculo de esas calles magníficas en arquitectura, y negadas para siempre a
los desdichados. Sus pies, en las veredas blancas, hacían crujir las hojas caídas
de los plátanos, y fijaba la mirada en los ovalados cristales de las grandes
ventanas, azogados por la blancura de las cortinas interiores. Aquél era otro
mundo dentro de la ciudad canalla que él conocía, otro mundo para el que ahora
su corazón latía con palpitaciones lentas y pesadas."
"... en los tumultos monstruosos
de las ciudades de portland y de hierro, cruzando diagonales oscuras a la
oblicua sombra de los rascacielos, bajo la amenazadora red de negros cables de
alta tensión. Pasaba un multitud de hombres de negocios protegidos por
paraguas..."
CONTINÚA...
* Ana Sebastián & Luis Labraña - Conferencia.
Publicada en Viva el tango Nº 9,
Buenos Aires, Academia Nacional del Tango, 1997.
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