EL PUB DE DON RAMÓN y LA LUNA
¿Cómo se lo podría llamar bar, café, boliche, pub? Ése fue el nombre que eligió su dueño
Ramón, Pub Don Ramón. Según él ese
cartel le daba más prestigio.
El local en sí producía gran tristeza: paredes
descascaradas, unas cuantas sillas y mesas destartaladas, algunas con vestigios
de pinturas antiguas, todas distintas, lo que dejaba al descubierto sus
orígenes diversos, un mostrador que hacía juego con el resto, una heladera de
cuatro puertas que ya no se ven que servía para enfriar algunas cervezas y
gaseosas, unos estantes en donde Don Ramón colocaba licores y bebidas blancas
que era lo que tenía mayor salida. Sobre el mostrador y cubiertos por campanas
de vidrio, unos sandwiches cuyo contenido era una total incertidumbre para los
clientes y quizás hasta para el mismo Don Ramón. Los preparaba su esposa que no
revelaba el secreto.
Este pub era el
lugar de reunión y distracción sobre todo de los hombres del pueblo, un poblado
de pocos habitantes situado en medio de la nada. No había cine ni siquiera una
plaza decente para dar la “vuelta del perro”. Lo que sí había era una Sociedad
de Fomento en donde las mujeres se juntaban para chusmear.
En el pub se
reunían todo tipo de personas, blancos, negros, mestizos , flacos, gordos, altos,
retacones, etc. No se discriminaba a nadie. Se hablaba de mujeres, de política,
de football... Y se jugaba al truco y otros juegos de naipes.
La gran mayoría era peronista, los había de izquierda, de
derecha y los que no sabían donde colocarse
decían que eran del centro. Además se contaba con un anarquista que no
sabía mucho de anarquismo, pero como lo crió un abuelo anarquista, él heredó su
“ideología”. Aunque casi todos eran del mismo color político, se armaban
grandes discusiones con consecuentes divisiones entre ellos, máxime cuando el
alcohol comenzaba a hacre brotar sus efectos. A todo esto el anarquista no
intervenía para nada, no tomaba nada y no entendía nada.
Cuando el ambiente se ponía muy pesado Don Ramón resolvía
cerrar el pub, echaba a sus clientes,
no sin antes cobrarles la consumición y, aprovechando que algunos no tenían ni
idea de lo que habían tomado, le agregaba a la cuenta algunos pesos de más.
Don Ramón era un hombre robusto, algo torpe,
semianalfabeto, desconfiado, rápido con los números, inescrupuloso, desconfiado:
No tenía amigos, ni siquiera alguno de sus clientes a quienes conocía desde
mucho tiempo.
A cierta hora de la noche se cortaba el suministro
eléctrico público del pueblo y las calles quedaban a oscuras. Esa noche había
luna llena.
Una
luna llena enorme.
Una
luna llena que parecía estar al alcance de la mano.
Una luna llena que iluminaba cada rincón de las calles
con una luz azulina que les daba a las cosa formas fantasiosas.
Una luna llena que acompañaba a cada persona hasta su
casa y cuando ya no quedaba nadie, permanecía quieta a la espera de algún
retrasado a quien acompañar.
Era un pueblo perdido en la inmensidad de la nada... Pero
tenía una luna llena generosa, impagable.
®©Sara Ikonicoff, 2011 - 2016.
Conociendo personalmente a la autora por quien sentimos un profundo afecto, queremos felicitarla por estas palabras que nos ayudaron a endulzar el dia.
ResponderBorrarConozco a Sara de compartir el curso, realmente conocía poco de su obra.. me encantó, además veo el uso de las figuras literarias e imagino que Ana debe estar orgullosa.
ResponderBorrarMuy buenos textos!!