TEXTOS DE PARTICIPANTES III
AGUSTINA RÍMOLI
Joven, muy joven,
adolescente todavía diríamos, si no fuera por su sentido de responsabilidad,
Agustina está todavía cursando la escuela secundaria.
Desde chica le gustó la
lectura y se nota que, aunque tímida, es una lectora pertinaz y crítica, que
aprovecha todo el tiempo libre que encuentra “entre clases o en casa” para
darle rienda a su pasión.
Le gustan desde las policiales clásicas a la saga de Harry Potter sin desdeñar a Borges, la
novela romántica... Está siempre abierta a lo que se le presente y espera leer
textos que nunca se hubiera imaginado y su deseo es escribir una novela.
Se enteró por la web del Seminario – Taller y se presentó este
año.
“Pésimo” es su palabra favorita y, en cuanto a insultos, no podría
elegir uno porque parece tener un amplio repertorio...
Le gusta la música de un piano
y tal vez, si no se puede dedicar a la literatura, se dedicaría al diseño de
indumentaria. Lo que nunca sería es profesora de educación física.
Aborrece la
mención de las “chancletas o pantuflas”, así como el ruido de las motos cuando
aceleran.
Si existiera la reencarnación, le encantaría en su próxima vida ser
un gato. Y esperaría que, de llegar al Paraíso, Dios la reciba con: “Tenés tiempo para todo lo que viva no
llegaste a hacer”. Esto no sólo nos demuestra su sensibilidad sino también
su espíritu voluntarioso y activo.
De los textos, aquí está la prueba:
VIRALIZAR
Nunca te parés
frente a una cámara a hacer el ridículo. No sabés lo traicionera que tu acción
puede resultar. Lo divertido, excitante, fácil que puede ser mostrarte ahí,
puede transormarse en monstruoso con una simple tecla: Enviar. En soledad te animás, te soltás, te sacás. No importa nada
más. Pero cambia cuando eso, tan estúpido y revelador, se vuelve viral. Se
dirigen a vos todas las miradas, todos los textos, todas las caras raras, todas
las críticas, burlas y risas. Y te enterás así de lo cruel que puede ser esta
sociedad.
AL LLEGAR AL SUELO
Son las calles abarrotas que reciben el cadáver de un hombre
que, de tanto sufrir se cansó de vivir, porque vivió flotando en una nube se
infelicidad. Son personas las que lo ven caer, pero nadie lo rodea. Porque en
Nueva York todos son libres, hasta para morir.
Son las horas que al hombre se le hicieron años, atrapado en su
desesperación antes de saltar. Porque en
Nueva York uno decide su vida: uno decide cuándo debe terminar.
Son las sonrisas fingidas que embellecieron su rostro por años
hasta que, simplemente, dejó de mentir.
Son los amigos que jamás notaron su sufrimiento y sus familiares
que jamás lo acompañaron cuando lo necesitó.
Son los edificios que se le hicieron demasiado grandes.
Son los semáforos que tardaron mucho en cambia.
Son los callejones de Nueva York que no le dieron la paz que
buscaba.
Son las esperanzas extraviadas intentando aprender allí a
quererse a sí mismo.
Son las luces de su alma que se apagaron al llegar al suelo.
® © Agustina Rímoli, 2016.
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