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domingo, 20 de abril de 2014

DE POETAS Y DE LOCOS



Entre tertulias con champagne, poesía y compromiso


CARLOS GUIDO SPANO (1827-1918)

Poeta de Buenos Aires e ainda mais
 

     Nacido bajo el calor estival un 19 de enero de 1827, los cumpleaños de Carlos Guido Spano, también conocido como “y Spano”, se solían festejar casi como los de un poeta prometeico, mitad poeta mitad profeta, consecuencia de la fama que se supo conseguir con su espíritu hospitalario, su amplitud de pensamiento y su hedonismo dionisíaco.

     De estirpe ilustre, era hijo del Gral. Tomás Guido y de María del Pilar Spano, una dama chilena que le confirió su amor por las artes y las letras. Su padre había actuado, casi adolescente, en la Defensa de Buenos Aires y luego en los sucesos de Mayo, acompañó a Mariano Moreno en su viaje fatal  cuando, por razones de dudosa índole política, fuera enviado a Gran Bretaña en misión diplomática. Más tarde fue miembro del Ejército de San Martín, amigo,  compañero de armas y el cronista más importante de las campañas libertadores.

     Su niñez transcurrió en Buenos Aires hasta que, en 1840, fue designado en la Embajada de Río de Janeiro. En ese medio el muchacho porteño criado entre algodones y literatura fue desarrollando su refinamiento bajo el exotismo de esa naturaleza avasalladora y opulenta, tan opulenta como la Corte de Pedro II de Braganza, que supo frecuentar. Allí perfeccionó su manejo de idiomas y, gracias a sus dotes dones políglotas y a su refinamiento, se fue convirtiendo en una especie de dandy en ese ambiente sofisticado europeo y criollo a la vez.

     En 1848 Guido Spano se encuentra en París adonde había ido debido a la enfermedad de su hermano que ya había fallecido cuando él llegó. Francia estaba convulsionada por la instauración de la Segunda República y la ebullición de París lo apasiona, lo fascina, le refuerza sus convicciones liberales y le amplía el horizonte al mismo tiempo que se siente a sus anchas en el manejo de esa lengua y esa cultura que admiraba porque era la lengua de su autor preferido, Alphonse de Lamartine. Traduce Le lac de Meditations poétiques.

     De vuelta a Rio, con un bagaje de dolor y de roce mundano, se convierte en un joven mimado  -exitoso, diríamos ahora- no sólo en la Corte sino también en los círculos intelectuales.

Guido Spano vuelve a viajar a Europa pasando por Inglaterra. Cuando llega a Francia va ser testigo de los últimos estertores de la II República que había visto nacer unos años antes. En 1852 se produce la restauración del Imperio por Napoleón III, Luis Bonaparte.

Los viajes le despiertan la imaginación y lo insuflan de un verdadero fervor democrático, liberal en el sentido prístino que lo diferenciarán de la mentalidad común en su época y que marcarán sus principios, su toma de posiciones y sus acciones futuras.

En 1852 vuelve a Argentina, a pesar de su padre  [no olvidemos el papel de los padres hace un siglo y medio] que no estaba de acuerdo con su regreso.

Ya en el país, cuando se producen los acontecimientos del 11 de septiembre que llevarán a la secesión de Buenos Aires, él se mantiene bastante al margen, aunque formará parte de su defensa. Pero, al poco tiempo, se marcha a Montevideo en donde su padre está desterrado. Hasta ese momento vivió determinado y sensibilizado por las vicisitudes políticas de su padre, cuya vida pública forma otro capítulo de nuestra historia.
 
                      
Guido Spano sigue con la vida social, con su temperamento fogoso, vehemente y, a la vez conciliador, su afabilidad, sus dones literarios, su melena de poeta romántico. Se le abren las puertas de casi todos los salones. Como muchos escritores ocupó algunos sillones burocráticos de distinto rango y comodidad para poder mantenerse. Durante el efímero gobierno de Derqui fue nombrado Subsecretario de Relaciones Exteriores.





De nuevo en Buenos Aires, como corresponde a su generosidad y su talante solidario, se pone al frente de la Comisión que combate la epidemia de fiebre amarilla de 1971. Poco después morirá su esposa dejando un vacío en su vena romántica y un dejo melancólico, ese placer de estar triste que superará con ironía y espíritu crítico.
 
En 1971 había publicado su único libro de poemas Hojas al viento. Con algunos recursos que podríamos calificar de modernistas, Guido Spano es un avanzado en el abordaje de la lírica erótica:

“¿Será un crimen rasgar la tenue gasa
con que oculta el amor gracias terrenas,
o en la pomposa viña las ajenas
uvas gastar y el bien que raudo pasa?
 
     Cuando el amor el alma nos abrasa
que Venus arde en las henchidas venas,
desciende el cielo mismo a las amenas
ígneas regiones del plaser sin tasa....”
                                        Sensualismo
       En la lista de cargos burocráticos que le permitirían sobrevivir, dice Ernesto Quesada: “comenzó esa conocida peregrinación suya por aquella serie de empleos que, por una ironía singular, le tocó desempeñar en cosas que eran a las veces el polo opuesto de su vocación, hasta culminar en cierta cómica secretaría   -la del Departamento Nacional de Agricultura-,  donde el excelso poeta tenía que emitir a diario dictámenes en asuntos de plantación de alfalfa, siembra de trigo o cruza de animales...”.
       Después estuvo en la Dirección del Archivo General de la Provincia y en la vocalía del Consejo Nacional de Educación.
        En otro terreno y, en una acción si se quiere de avanzada para la época,  fue gestor y fundador de la Sociedad Protectora de Animales. 
        En un momento intenta convertirse en empresario y, como empresario, se podría decir que “es un gran literato”. Suele suceder…
        Con su espíritu liberal y republicano, con su experiencia acumulada,  empieza a enrolarse en el espíritu federal y pronto tendrá que definirse por sí mismo en el terreno de las lides políticas. Así, no sólo levantará la voz en defensa de Paysandú asediado por las veleidades hegemónicas del Imperio brasileño con la connivencia nacional, sino que, junto con José Hernández marchará hacia la ciudad uruguaya.
         En prosa se indigna ante lo que él considera una ignominia política: “Las águilas hambrientas del Imperio huyeron heridas por el puñal y el plomo de los republicanos heroicos que a tu lado pelean. De nuevo están sobre la presa y amenazan devorarla, fiados de su considerable muchedumbre. Azuzan su venganza las imprecaciones de las mujeres angustiadas y el tierno llanto de los niños. Quieren saciarse en sangre de valientes.. ¡Ira de dios les roerá las entrañas!”

         La misma posición tomará ante la guerra de la Triple Alianza lo que le vale no sólo los denuestos y calumnias de los aliancistas sino también el baldón de “traidor”.
         Su contraofensiva será literaria. Ante la derrota del Paraguay están los versos de Nania:

        Llora, llora urutaú
        en las ramas del yatay
        ya no existe el Paraguay
        donde nací como tú
        Llora, llora urutaú!   

Las acusaciones contra su persona las enfrenta con la Trova que nos hacían aprender de memoria en la escuela, pero sin contextualizarla, sin contarnos acerca de su carácter combativo, contestario:

He nacido en Buenos Aires
¡qué me importan los desaires
con que me trate la suerte!
¡Argentino hasta la muerte!
¡He nacido en Buenos Aires.!

Tierra no hay como la mía;
¡ni Dios otra inventaría
que más bella y noble fuera!
¡Viva el sol de mi bandera!
Tierra no hay como la mía.

Hasta el aire aquí es sabroso;
nace el hombre alegre, brioso,
y las mujeres son lindas
como en el árbol las guindas;
hasta el aire aquí es sabroso.

¡Oh, Buenos Aires, mi cuna!
¡De mi noche amparo y luna!
aunque en placeres desbordes,
oye estos dulces acordes
¡oh, Buenos Aires, mi cuna!

Fanal de amor encendido,
borda el cielo tu vestido
de rosas y rayos de oro:
eres del mundo tesoro,
fanal de amor encendido.

¿Quién al verte no te admira?
[...]
 
De tus glorias que otros canten,
y a las nubes te levanten
entre palmas y trofeos.
Yo no asisto a esos torneos:
de tus glorias que otros canten.

Este poema entre épico y lírico dedicado a una Buenos Aires a la que le habla como a una mujer es prácticamente “el primer poema urbano” de nuestra literatura, no porque no hubiera habido otros poetas porteños, sino porque los otros abordaron  temas  camperos, bucólicos, amorosos…     
      Cultivó la prosa irónica, aún sarcástica, con bronca que recopila en Ráfagas (1978) y la poesía lírica e intimista y escribió una Epístola a un amigo que constituye una verdadera autobiografía. 
       Petiso, de piernas cortas que tapa su gabán, con su chambergo holandés, su melena desordenada, Carlos Guido Spano es todo un personaje cuando, abriéndose paso a bastonazo limpio, defiende a Madame Lynch, la amante compañera de Solano López, y a sus hijos que intentan llegar a embarcarse para huír a Europa luego de la derrota. Guido Spano, galante y firme y revoleando el bastón, se acerca al carruaje asediado por la turba que la insulta, la hace bajar, le besa la mano y la despide ceremoniosamente en un gesto de caballero quijotesco ignorando a esa mersa que la acosa. La turba atónita ante el gesto, reacciona tarde, pero él no se inmuta y sigue abriéndose paso a golpe de bastón.
      Así, poco a poco, Guido Spano se convertirá en esa institución porteña que Ricardo Rojas supo describir así:

Dilecto de las gracias, conservó hasta la vejez la urbanidad obsequiosa. Charlaba ingeniosamente, los ojos chispeantes de malicia, la boca sonriente de ironía. Regalaba bombones y champán cuando los tuviese, o siquiera agua en los días malos, supliendo a la fortuna esquiva con ornamentos espirituales, anécdotas, epigramas, versos o melodías que soplaba en la flauta...” 

 Debido a su enfermedad, sufre de una parálisis que lo obliga a permanecer en su casa que se convirtió en una especie de meca por la que pasaba el tout Buenos Aires, aún los chicos de las escuelas a rendirle homenajes en vida y todos los visitantes ilustres. 
En su casi siglo vital fue visitado desde Rafael Obligado a Calixto Oyuela, desde Ernesto Quesada hasta Olegario Víctor Andrade, desde Rubén Darío a Vicente Blasco Ibañez.  

     “Bella es la vida que a la sombra pasa
del heredado hogar el hombre fuerte
contra el áspero embate de la suerte
puede allí abroquelarse en su virtud.

Si es duro el tiempo y la fortuna escasa
si el castillo viene abajo,
queda la noble lucha del trabajo,
la esperanza, el amor, la juventud.
      […]
     Servid a los demás. Es su camino.
     intransitado y viejo al cielo llega.
     Esto de mi docencia me imagino
     que de un padre a sus hijos se trasiega:
     que cada cual sea fiel a su destino.” 

Estos versos de su At home, muchos menos recordados, sintetizan su regla y su práctica, son tu testamento vital.
     Actualmente casi ignorado   -me pregunto por qué- en las últimas décadas en los claustros y en los textos escolares-, éste es también su legado: asumir la vida con autenticidad a pesar de los cambios y llegar a la vejez, ese crepúsculo, con la cabeza más alta que el chambergo.

 

© ® Ana Sebastián. 2006.

 

 
 

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