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miércoles, 30 de abril de 2014

LA INVASIÓN VILLERA

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 Segunda parte
 
       La cumbia villera no manifiesta la villa miseria, la cumbia villera manifiesta el fracaso de un segmento histórico argentino, el fracaso de los conductores alternantes de la política estatal, incapacitados de aprovechar y poner en movimiento la energía potencial de este país.

La diferencia entre tango y cumbia villera radica en la realidad que vivió uno y la realidad en que transcurre la otra.

Veamos de qué realidades hablamos al comparar el tango con la cumbia villera.

“El tango es un fenómeno de tipo cultural que se desarrolla en el seno de una sociedad específica. Se manifiesta como la intrincada amalgama de vivencias e ideologías contrapuestas que se asientan geográficamente en dos ciudades de la cuenca del Plata: Buenos Aires y Montevideo.  Por lo tanto es - y no puede ser otra cosa – el emergente cultural de la fusión del substrato criollo con los nuevos colonizadores: los inmigrantes quienes aportaron la nuestra idiosincrasia e ideología tanto o más que la colonización española.”

 

El tango tiene sus orígenes en esos barrios marginales de mediados del siglo XIX en donde se cuece a fuego lento una nueva cultura popular que se manifestará en sus pautas de comportamiento.

En esos antiguos caserones coloniales, convertidos en casas de inquilinato llamadas conventillos, se desarrolla una nueva generación de jóvenes que no tienen como parámetro a su antecesor, el gaucho de la campaña, sino al negro y sus ritmos africanados. A estos nativos se sumará un contingente de inmigrantes europeos que aportará a esta nueva sociedad su memoria cultural: artes, espíritu de lucha, concepción de la vida, tradiciones, sentido de la laboriosidad, oficios, técnicas de explotación de la tierra, técnicas y experiencias e industriales y de servicios, tradiciones religiosas y familiares, nueva formas culinarias que afectarían los gustos de la ex colonia española.
 
Una auténtica invasión que llegó en 1887 a superar en número a los nativos de la ciudad de Buenos Aires sin contar con que gran parte de esos nativos eran ya hijos de inmigrantes nacidos en este suelo.
 
La sociedad que acunó al tango fue una sociedad promisoria, en despegue.  

Fue políglota, con todo el significado filosófico del lenguaje.

Tuvo un profundo sentido de solidaridad y compañerismo y desenvolvió muy especialmente la organización social y sindical.

Tuvo un profundo sentido de la esperanza en el devenir. Estuvo compuesta, mayoritariamente, por una población que había dejado atrás la guerra y el hambre. Pese a los contratiempos y las dificultades miró hacia el horizonte esperando un sol que calentara a todos en paz y con trabajo.
La inmigración depositó su herencia cultural en este suelo  posibilitando el desarrollo del pensamiento, la lengua, las artes y la industria.

Podríamos afirmar que el tango fue producto de las clases laboriosas esperanzadas en un mundo mejor que nunca conocieron, pero que confiaban y creían estar en condiciones de construirlo con su propio esfuerzo.

En contraposición definiría a la cumbia villera como un epifenómeno de una línea estética subyacente en la otra Argentina.

Diría que es un documento acústico que permitirá a los investigadores futuros iniciar la búsqueda, dentro de cincuenta o cien años, de los orígenes de su nación contemporánea. Nación que, en estos tiempos, aún no existe. Poseemos un territorio delimitado, una población y un estado regulador y administrador, pero no constituimos aún una Nación.
 
Nuestro estadio es incipiente, nuestro desarrollo está retardado. Retardo, quizás, al lento proceso de desmembramiento, eliminación, fusión y consolidación de una formación social.
 
Nuestro tiempo histórico está signado por los enfrentamientos. La variedad cultural de las diferentes olas inmigratorias nos dejó como herencia témpanos ideológicos de muy lenta disolución, debido quizás al equilibrio existente entre sus partes: ateos, creyentes, liberales, progresistas, comunistas, progresistas, socialistas, anarquistas, fascistas, etc.

Este equilibrio se mantiene porque cada una de esas formaciones del pensamiento fue sustentada por un poder real en sus territorios de origen y trasladadas en sus maletas como un sueño irrenunciable por los inmigrantes. Sueño que se trocó en ideología, con una total negación al cambio de la visión vital.
 

® © Lic. Luis Labraña

 
 
 

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